miércoles, 22 de diciembre de 2010

NUESTROS PROBLEMAS CON LA LECTURA

Dice su nombre, oculta su apellido;
Dice que hace dos días que no lee,
salvo, acaso, algún verso
y de arte menor, muy poca cosa.

Todo empezó muy pronto;
al cumplir cinco años le entregaron
sus dos primeros libros:
las vidas noveladas e ilustradas
de Fray Escoba y de David Crockett.
Los leyó varias veces, no creía
que aquel acto tuviera mayores consecuencias:
era igual que jugar a la pelota
o que hacer puntería con las piedras
o ir a ver los trenes.

El resto se lo pueden figurar;
si están aquí conocen ya la historia:
luego llegan Salgari, Julio Verne y Stevenson,
y de ahí hasta el Quijote hay apenas un paso.
Sólo su abuela le avisaba entonces:
"que no puede ser bueno, tantas horas…
que te dejas la vista, que verás la cabeza…".
Y él cerraba el libro dos minutos
para luego perderse de nuevo entre sus páginas.

Y así ha llegado a estar como ahora está,
como yo,
como ustedes, supongo.
No paró de decir durante años
que podría dejarlo fácilmente,
con sólo proponérselo,
pero ha de admitir que se engañaba.

Comenzó a darse cuenta del problema
cuando vio que llegaba tarde a todo
por decir esta página es la última,
o por entrar en una librería
de las que siempre acechan en todos los caminos.

Cada vez que llegaba a una ciudad,
se perdía en las calles más estrechas
en busca de covachas polvorientas -o templos-
que albergaban volúmenes antiguos,
de saldo, intonsos, raros, de segunda mano…

Y perdía también los autobuses
ante un escaparate.
Y perdía los días, los amigos,
las primaveras todas, los otoños.
Y él mismo se perdía
por tierras fabulosas
y entre vidas soñadas hace tiempo.

A veces, por la noche,
se ponía a buscar bibliotecas de guardia,
librerías de urgencia
que aliviaran su angustia.

Lo ha intentado con tinta de periódico,
pero no huele igual.
Trató de destilar sus propios versos,
pero no es suficiente.
Escribe tan despacio. Son tan pobres.

Supo, por fin, que había que dejarlo.

Y lleva ya dos días sin leer;
bueno, sólo algún verso, por las noches,
y de arte menor, muy poca cosa




Tinta China, Revista de Literatura.Juan Frau

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