domingo, 12 de diciembre de 2010

Rilke

de nuevo...

(...)
Realmente es extraño ya no poder habitar más la tierra,
dejar para siempre de practicar unas costumbres apenas aprendidas;
no dar a las rosas ni a las otras cosas que de suyo
eran ya una promesa, la significación de un futuro humano;
no ser más lo que se era en unas manos infinitamente angustiadas,
y tener que desprenderse aun del propio nombre
como quien arroja lejos de sí un juguete roto.
Extraño no seguir deseando los deseos. Extraño,
ver todo aquello que nos concernía como flotando
suelto en el espacio. Y penosa la tarea de estar muerto,
penoso ese recobrarse plenamente, hasta llegar a sentir poco a poco
una huella de eternidad. Pero todos los vivos
cometen el error querer diferenciarcon demasiada nitidez.
Los ángeles (se dice) no saben a menudo si se mueven
entre los vivos o entre los muertos. La eterna corriente
arrastra consigo, a tarvés de los dos reinos, todas las edades,
y sobre ambos se extiende, acallandose, el poderío de su voz

Al fin no necesitan de nosotros los tempranos arrebatados,
apacibles van perdiendo el habito delo terrenal, como el niño
que ya no muestra apego por el pecho de su madre. Pero nosotros
que tenemos necesidad de tan grandes misterios, pues de la tristeza
brota a menudo el bienaventurado progreso, - ¿ podriamos ser sin ellos?
No en vano nos dice la leyenda cómo antaño, en el lamento por Linos,
la música primera osó penetrar la seca e insensible rigidez;
entonces, en el espacio atónito que un adolescente casi
semejante a un dios abandonó de súbito para siempre, el vacío
se llenó de aquella vibración que ahora nos arrebata, consuela y ayuda.





Y con esto, madmoiselle Rosell termina su huelga.

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